Son las 13:30. Guayaquil es un ciudad sumamente calurosa. El sol parece estar a solo metros de la superficie terrestre. Los humanos, acostumbran alimentarse a esta hora por lo que las principales calles y avenidas, se llenan de vehículos y personas dirigiéndose a sus hogares o a algún lugar de expendio de alimentos.

Al llegar, noté que la mayoría de las personas se transportaban en grandes buses pintados de azul y blanco. Pensé que si era preferido por tantos, por algo sería. Así que decidí subirme a uno. Al principio fue difícil ya que no se detenían. Tras observar a otros, me di cuenta de que debería subirme mientras los vehículos avanzaban, algo que aquí conocen como "subirse al vuelo".

En el trayecto, un hombre se subió al vehículo portando una funda de golosinas, llamó mi atención que pasara gateando el sensor de ingreso luego de lo cual, dirigiéndose a nosotros, dijo: "Buenas tardes damitas y caballeros, agradeciendo la gentileza del amigo profesional del volante que día a día me deja laborar en este medio de transporte, he venido a presentarles este nuevo producto que ha salido a la venta llamado Clorecs. El mismo que pasaré entregándoles por cada uno de los asientos esperando que no me dejes con la mano estirada. Recuerda que tu educación, vale más que tu propio dinero." No deseaba comprarle, por lo que cuando llegó hacia mi le dije que no con la cabeza y gesticulé un "gracias" como vi que otros hacían. Entonces me miró como si fuese a matarme.

Me bajé del bus masticando los famosos Clorecs, pero con la amarga sensación de que mi libertad había sido ultrajada.